"No pretendo que las mujeres tengan poder sobre los hombres sino poder sobre sí mismas" Simone de Beauvoir

miércoles, marzo 29, 2006

HISTORIA DE MODELOS POSITIVOS

¿Y qué ocurre cuando leemos un periódico y vemos casos de maltrato, tan visibilizados socialmente, afortunadamente visibilizados, desafortunadamente acontecidos? Discriminación en salarios entre mujeres y hombres, pocas fotos de reuniones políticas en las que ellas sean las protagonistas. Secciones enteras sin ver una foto de mujer, porque no existimos para la prensa, tan solo se nos ve en las secciones de sociedad (tantas veces como víctimas), o de espectáculos ( mostrando nuestros cuerpos), o también de deportes (pero como cheer-leader, como animadoras de hombres, cómo apéndices de varones). Y, si es que sólo son estos roles que nos muestran, los que asumimos las mujeres, ¡andan confundidos los medios, andan muy confundidos! Se pierden la mitad, no tienen una perspectiva amplia, no tienen perspectiva de género.

Y entonces, ¿dónde se ubica un hombre ante tanta discriminación para con las mujeres? ¿Qué pasa por sus cabezas (las de ellos) cuando perciben estas diferencias que nos discriminan? Existen modelos, modelos positivos y modelos negativos. Muchos negativos (sólo al escuchar comentarios ingenuos (o eso creen ellos) por la calle, hace que se te ericen los pelos). Pero ¡no!, no generalicemos (como sabiamente dice mi alma gemela). También existen hombres que van más allá de lo que se les quiere meter en la mochila, hombres que sacan piedra a piedra todos estos roles, normas, modelos y convenciones sociales que tanto nos pesan a unas y a otros.

Y este hombre, modelo positivo, piensa, piensa en su realidad, en su cotidianidad, que bien pudiese estar más extendida y así otro gallo nos cantaría.

Llega a atisbar, llega a sentir, las piedras que lleva la mujer, y le ayuda a transportarlas por este camino vital, no, no le ayuda; COMPARTE, se turnan, se escuchan, se ayudan, CONCILIAN. Y es que hay piedras más grandes y piedras más chicas, pero pesadas todas ellas. Pesadas pero también útiles para construir, si lo hacemos con esas gafas que nos permiten adoptar esa perspectiva de la que antes hablábamos, la perspectiva de género.

Y es en la piscina, recogiendo a la niña que sale de clase de natación, atendiendo a la mirada de tantas madres, sorprendidas de este padre, contentas de que sea padre, tratando de que esa situación se normalice también con sus pares.

Y en la cocina, con ese mandil de flores, hortera pero entrañable, que le regaló su padre. Mandil con el que preparaba su especialidad: tortilla de patatas. Y hereda, hereda modelos, hereda actitudes y comportamientos, hereda justicia y sensibilidad.

Y en su taller, compartiendo ideas con sus compañeras, escuchando cómo se pueden complementar tanta imaginación y creatividad. Y atiende a sus vidas, a las vidas de mujeres, a las relaciones en sus entornos, con sus hijos, con sus hijas, con sus maridos y hermanos, con sus padres y madres, porque su vida es muy similar. Le aquejan los mismos dolores, las mismas penas y las mismas risas, las mismas alegrías y congojas, tanto a mujeres como a hombres; y pide el permiso de paternidad, a medias con su compañera, con la madre de sus hijos y de sus hijas, porque ambos quieren compartir, quieren disfrutar de los enanos.

Y se le eriza la piel cuando escucha comentarios sexistas, porque es como si le discriminasen a él, porque discriminan a sus iguales y diferentes, las mujeres que le rodean, a las que quiere, a las que tiene, y también a las que no alcanza a imaginar, pero a ellas también las discriminan, en países lejanos, reinos salvajes patriarcales, se las pisotea, se desplaza todo derecho humano, porque ellas no son “legalmente humanas”; y esto le enerva, y se queja, y habla y comparte sus preocupaciones; se reúne con sus amigos y con sus amigas y les hace partícipes del sufrimiento de tantas mujeres, y se sienten reflejados en él.

Y llora, que bien llora, y que bien le sienta llorar. Y comparte sus sentimientos, los alegres y los tristes, y así unos se agrandan y otros se achican. Y se siente que no lleva piedras que le aprisionen la espalda, el corazón, esas piedras que cortan las terminaciones nerviosas del llanto, porque es su llanto y lo recibe como tal. Y no es “un blando”, es un fuerte, es muy fuerte, cada vez más. Y no es “un lilas”, porque es morado.

Cuando hace introspección y se busca tantas veces, y la busca tantas veces, y a veces se encuentra, a veces la encuentra, pero otras muchas no, y no se rinde, sigue buscándose, sigue conociéndose porque no tiene miedo de lo que pueda encontrar.